Tuesday, May 23, 2006

EL EXTRAÑO

To you my Friend,

Es absolutamente necesario, no va a ser de otra manera. Tienes que ser así, como ellos, como el resto. Lo diferente es extraño. Lo extraño es rechazado. Cansancio. Levantarse a la mañana y estar cansado. Dormir y no descansar. Mover la mente lejos del cuerpo, deseando no volver. Pero estás de vuelta. Día tras día estás de vuelta. Y si lograras no volver, ¿sería un escape? Un escape de la realidad. No. Un escape de lo que detestas o temes. Un escape de ti mismo. El deseo inminente es el de ser otro, estar en otro lugar. Vivir otras vidas. ¡Vivir todas las vidas! ¿Por qué conformase con solo una? ¿A quien se le ocurrió esa crueldad? ¿Es demasiado pedir cambiar mi conciencia de un día para otro, como en un sueño? Despertarse siendo otro, sin preocuparse por el mañana. Despertarse con deseos de vivir el hoy. No es lo que veo. Lo que veo es una vida usada que se desgasta mañana tras mañana. La mente no duerme. La conciencia se encarga de crearnos laberintos de imágenes para entretenernos en nuestro constante deseo de estímulos. Una sola noche de no recibir esos estímulos nos mataría. Pero las imágenes no son gratas. Nunca lo fueron. Solo se encargan de mostrar el cementerio de tu mente, eso que deseas ocultar para siempre de los ojos del mundo. Esas percepciones horrendas y morbosas que te hacen humano. Esos grotescos cuadros de miseria que la conciencia niega para que podamos sonreír. Pero soñar ya paso de moda. Ahora se estila vivir una vida normal. La elaboración es fácil: abrazar un dogma y basarte solo en él, rechazando u olvidando lo demás. Basta tan solo con ser optimista todo el tiempo, pero teniendo momentos de seriedad, claro. En los momentos de angustia jamás se debe estar solo. Es imperativo que alguien acuda lo antes posible y, como si se tratará de una bestia madre defendiendo a sus crías, desnudas e indefensas, nos de la cuota protocolar de amor. La tristeza no se comprenderá y superará. En lugar de eso, será sustituida por un oasis de esperanza, que inconscientemente sabemos, no es más que un espejismo. Pero la ilusión sirve, por momentos nos sentimos los reyes del mundo. Todas esas dosis de compasión y afecto, que suelen acudir como una muestra de solidaridad egoísta y narcisista, nos hacen creer que todos los males han sido resueltos. Todos los problemas se solucionan con dedicación y constancia. ¿No es hermosa la normalidad? Es una pena que los normales se mueran, o que sean tan idénticos el uno al otro. Es fantástica, sin embargo, su capacidad de juzgar y penar acorde a sus determinaciones morales. Divertido es ver como señalan al diferente y lo acusan de no ser como ellos. Ellos son los buenos. Ellos son los correctos. Siempre ganan, esa es la regla. Ubicado en este extremo de la realidad, no me importa perder, así como tampoco me importaría ganar. Me reconforta solo saber que, al menos por instantes, sus vidas rozan la realidad que yo percibo. Entonces la gente buena llora y teme, y más es el odio que sienten por esa sensación de miseria. Una hermosa tristeza.
Es interesante también ver como hacen las paces con su propia conciencia luego de intentar en vano comprender al diferente. A priori saben que será imposible. ¿Cómo podría un ser de luz comprender lo oscuro? Es incompatible, pero no solo para el normal, sino para ambas partes. Cientos de veces intenté y fallé al tratar de abrirme a ellos. La mayoría solo actuaba a la defensiva, escudando con prejuicios todo aquello que podía llegar a tocarlos. Hubo algunos osados que se animaron a intentar comprenderme. Fue algo nuevo, debo reconocer. El esfuerzo por entendernos nació de ambos. Eso no quitaba, por supuesto, el mutuo e intimo sentimiento de rechazo que el otro nos causaba. “¿Cómo puede alguien ser tan negativo/positivo? ¿Cómo puede alguien ser tan pesimista/optimista? ¿Es que acaso no ve las cosas como yo? ¿Tan ciego está?”. Silogismos y positivismos abundaban en su repertorio, condimentado con esporádicas reseñas de vida. Yo, por mi parte, me deleitaba refutando cada uno de sus puntos con una espantosa y comprobable selección de penas, angustias y desengaños. ¿Esas palabras que predicas son las mismas en las que basas tu vida? De ser así, daré todo de mí para no cumplirlas, pues detesto todo lo que eres y todo lo que representas. ¿Acaso no te das cuenta que tu racionalidad muere en la praxis? ¿Quién es peor? ¿Yo, que acepté tempranamente la oscuridad y el vacío, o tú, que te engañas tejiendo una realidad distorsionada por buenas voluntades? No soy ni mejor ni peor que tu, solo somos diferentes. Mis verdaderos sentimientos hacia ti no son de odio, sino, más bien, de esperanza. La esperanza de que seas como yo. De que veas las cosas como yo lo hago. Siento deseos de corromperte, contaminarte, ensuciarte de mí. De que cuando me mires veas en mis ojos no miseria, sino fragilidad, pasión y romanticismo; esas palabras de las que tanto hablas pero que tan poco conoces. Esas emociones tan banalizadas por tu lógica, y tan puras gracias a mi devoción.
La lluvia ha cesado. Ya no puedo escuchar su amable voz susurrándome palabras de melancolía. Sin embargo, y a pesar de estas palabras, es poco lo que ha cambiado. Seguimos siendo diferentes. Sigues siendo el normal y yo sigo siendo el extraño. Seguimos percibiendo realidades diferentes. Seguimos despreciándonos y negándonos. Sigues creyendo que soy yo el que está equivocado. Que soy yo el enfermo, el oscuro, el malvado, el extraño. Yo, en cambio, y afortunadamente, creo que soy yo el extraño.

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